La Verónica
Concebida como una imagen de cuatro perfiles, la curvatura de su silueta y la disposición de sus ropajes la convierten en una de las imágenes de más calidad de todo el siglo XVIII
La Verónica fue tallada en el mismo año que la imagen de San Juan, en 1755.
Desde 1601 había existido una imagen de vestir sacada en procesión por el gremio de tejedores de lienzo, que tuvo que ser rehecha tras la riada de San Calixto.
Salzillo regaló un paño de la Santa Faz que debió perderse en el siglo XIX, fecha de la que data el realizado por Domingo Valdivieso.
Como dama contemporánea el canon es el propio de Salzillo, de acuerdo a una estructura dimensional de la imagen resuelta en proporciones medianas, un módulo propio de la cultura rococó.
Destacan las manchas intensas de color, los rosas y azules, que acrecientan el valor plástico de la figura y que reproducen las calidades táctiles de los materiales. Diversos planos dan volumen a la misma.
Es magnífica su espalda, con un airoso turbante que estiliza la figura y le da más sensación de movimiento. Su rostro es hermoso, con marcada expresión de tristeza, dirigida su mirada a la impresión del vero icono de Cristo.
Artistas murcianos han ido regalando paños a la Verónica a lo largo del tiempo. Uno de los más destacados es el que ha realizado otro gran murciano universal, Pedro Cano.
En el Museo se expone la serie de sus bocetos, lecciones de color y dramatismo, en el que los diversos rostros de Pasión que tallara Salzillo para Jesús se van fundiendo con el propio autorretrato de Cano, reiterándose, buscándose una y otra vez en Él, surgiendo de la manchas del color de la Pasión y Muerte, rojos, pardos y grises, hasta dar lugar al rostro definitivo impregnado en el blanco lienzo.
Fotografías cedidas por Joaquín Zamora