Sala de Bocetos
Una colección única de bocetos de Francisco Salzillo
La siguiente sala acoge los bocetos en barro de Francisco Salzillo y su taller, colección única, pues no se conoce un conjunto igual en España de un solo escultor barroco.
Fueron adquiridos en 1927 por la Junta del Patronato del Museo Provincial de Bellas Artes y habían sido propiedad de una familia de escultores que trabajan en Murcia en la segunda mitad del siglo XIX, Francisco Sánchez Tapia y sus hijos los Sánchez Araciel, seguidores de Salzillo.
Los bocetos tienen una serie de valores de diferente naturaleza: jurídico, intelectual, técnico y documental. Eran la referencia visual que el escultor tenía ante sí como libro instructivo, según decían los tratadistas.
Del mismo modo, ilustran las fases del proceso escultórico. Tras el “primer rasguño” y el dibujo más elaborado que a continuación se cuadriculaba, se trasladaba a las tres dimensiones de la realidad en forma de boceto en barro, modelado con los dedos y palillos de boj.
Eran referentes para el taller, la guía a seguir, pero por su fragilidad lo normal era que se destruyesen con el paso del tiempo. Su valor documental es enorme al ser la única fuente de información de obras desaparecidas, al asistir a proyectos nunca realizados o, incluso, comprobar los arrepentimientos o la fidelidad al boceto en esculturas conservadas.
Este valor documental se ha resaltado a través de una serie de cartelas orientadoras que contienen la reproducción fotográfica de la obra final definitiva o de obras que muestran un gran parecido con el boceto reseñado.
Uno de ellos es obra cumbre, la cabeza de San Antón, de gran fuerza expresiva y realismo, como la obra final que se encuentra en la ermita de San Antón de Murcia.
Con la mirada hacia abajo, las arrugas de la frente y el movimiento de la barba se expresa la tensión del santo, su pathos interior, pues en la obra definitiva lucha contra el dragón que tiene a sus pies. El profesor Belda lo ha comparado con otro boceto preparatorio de escultor romano anónimo de la escuela de Bernini.
Destaca también este boceto de San Juan Evangelista. Al igual que los esclavos del genial Miguel Ángel, las figuras parecen luchar para emerger en este caso del barro, como ocurre con el ser diabólico de la peana elaborada en un non finito.
Está colocado sobre una voluta, por lo que se supone que sería el modelo preparatorio para una escultura de tabernáculo.
El modelo preparatorio de San José y el Niño para el retablo mayor del Convento de Santa Ana destaca por lo bien conservado de la cuadrícula en rojo para ayudar al artista o los operarios del taller a traspasar las medidas y proporciones.
El ritmo de claroscuros se centra aquí en el lugar donde se sostiene al Niño, frente a un ampuloso juego de pliegues de mayor sobriedad de San José. Es una imagen poco usual en la iconografía del artista; en este caso dirige una mirada de gran expresividad hacia el cielo.
Otro boceto excepcional es el de la Virgen de la Leche, modelo para el que hubo en Lorca al que le faltan las cabezas de la Virgen y el Niño.